La noche entre los muslos
calzó una sonrisa de ceja tuerta.
Encontré el corazón desubicado
bajo la tiniebla del busto.
Los labios comprados recibieron
el calor de la saliva y
devolvió las costillas
por castillos de arena.
Enjuagué el sudor
de los cuerpos y
guardé la evidencia
en su boca.
Tuve las manos del reloj
suscritas en la piel y
borré el nombre mío
tatuado sobre su cóccix.
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