Friday, November 09, 2012

Mensaje en botella al mundo futuro

Sabiendo, que hoy, viernes, noviembre 9, 2012, a unos tantos días desde que nuestro mundo en Nueva York y Nueva Jersey fue impactado por el huracán Sandy, escribo estas palabras como un mensaje en botella al futuro cercano y lejano. Si, aun viviendo en tiempos modernos donde uno bosteza y la tecnología salta, perdimos las necesidades básicas. Mucha gente perdió más que eso, perdieron sus sueños, viviendas, su sentido de estabilidad. Para unos, el caos naciente todavía perdura como un clavo en el corazón y alma. Personalmente, recién recuperé la electricidad en mi casa, y fui como ver la luz en el principio de la creación de universo. Estoy enfermo, literalmente, del humo remitente de las velas y fuego de chimenea, para tener un poco de luz y calor. En si, vivir sin electricidad no significa el fin del mundo, pero si una inconveniencia menor. Aguantar el frio, con tal solo el recurso de ponerse mas ropa encima, tiene su limitación.


Estoy, físico y mentalmente, cansado, días antes del arribo del huracán Sandy. Todos los días, los charlatanes y meteorólogos venían diciendo: “el fin del mundo, según el calendario maya y romano, viene. Arrepiéntanse pecadores y predadores”. Sus anuncios y predicciones me tenían cabezón. Justo el día, lunes, octubre 29, que se acercaba el huracán Sandy, vino una calma en todo el medio ambiente. De repente, el viento confuso, soplaba en todas direcciones, hasta que afinó su puntería. El viento fuerte venia del sur al noroeste. Poco por poco se sentía la intensidad del viento, y las ramas de los arboles pedían piedad. El viento gritaba más fuerte, ahogando el pedido de clemencia. Ahí en la sala de la casa estuvimos viendo en la televisión las noticias, y al momento, un poco después de la cena, se fueron las luces. No lo pude creer, al sentir que éste viento no era más fuerte de lo común, pero el daño a los cables eléctricos habrá sido mas al sur, donde la intensidad habrá sido más seria. Ya teníamos todo preparado, velas, encendedor, pilas, linternas, agua, etc. El plan de la familia fue ponernos entre la pared de la sala y el sofá, si es que sustentáramos daños inmediatos a causa de los vientos fuertes. Habíamos sacado todo del piso, el cuarto de entretenimiento, en el sótano, por si acaso se inundara. Aquella noche nos acostamos sin saber que vendría los próximos días.

En la mañana, salí por la puerta de la cocina e inspeccioné la condición de la casa y del vecindario. Muchos arboles habían caído sobre rejas, carros, casas, líneas eléctricas, etc. Agradecí al Señor por haberme dejado ver la luz de otro día, un día tan brillante, de cielo azul celeste. Me persigne y las preguntas entraron por mi mente. ¿Y ahora qué? ¿Y ahora que hacemos? Las respuestas vendrían en forma de actos, acciones, lentamente.

Las primeras horas, y después, días, tuve los ojos ardientes, al igual que los primeros días después de septiembre 11. Sentía la misma impotencia al ver todo al revés, pero esta vez, más destrucción repartida a lo largo de la costa de Nueva York y Nueva Jersey. Sentía que la presión de sangre me había subido. Todo lo que era rutina, ahora parecía una distante memoria. Ahora había que improvisar con lo que se tenia, como mantenerse limpio y aseado, qué y cómo comer, cómo movilizarse. Las escuelas habían cerrado sus aulas por tiempo indefinido. Me mantenía al tanto del mundo escuchando a un pequeño radio de pilas, hasta que tuve que apagarlo por su constante repetición de noticias malas que acentuaban la impotencia. No se como traer electricidad a la casa. No ser como poner calor en una casa desconectada. Buscábamos refugio en casa de familia o un poco de calor en la biblioteca pública, y al mismo tiempo recargar las baterías de nuestros instrumentos modernos: computadoras y teléfonos.

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