Saturday, October 16, 2010

P i e d r a s

Piedras en el camino. Piedras en los zapatos. Piedras en el corazón. Piedras en la cabeza. Piedra por todas partes, son inevitables. Vienen de todos tamaños, formas y a cualquier hora. Todos cargamos piedras, algunas actuales, otras mentales. La más pequeña piedra ocasiona molestias, y no deja caminar con la tranquilidad y la concentración que se requiere para poder ver todo con claridad.

Aquellas piedras se convierten en distracciones, preocupaciones; en impedimentos que ponemos para simplemente darnos alguno en que ocupar el valioso y prestado tiempo.

El otro día de la semana, martes, decidí, trotar en el pavimento a lo largo de la carretera en Jones Beach. Para cada salida a pie, o de trote, hay que regresar. Regrese a lo largo de la arena. Antes de ver la marea, si estaba alta o baja, cruce los dedos para que la marea esté baja, y así poder trotar en la arena comprimida, arena dura. Pues como era de esperarse en momentos inoportunos, la marea estuvo alta y tuve que trotar en la arena blanda. Eso en si es un reto físico, y lo tome en el nombre del deporte, en el nombre del atletismos. Pero por cada paso que se da en arena blanda, requiere más fuerza y energía, que por decir, dar el mismo paso en el pavimento. Tuve que caminar, en vez de trotar, para disminuir las palpitaciones del corazón acelerado. Me acerque de nuevo al pavimento, y me di cuenta enseguida del cambio de superficie. Troté mas rápido de lo previo, y la gente asustada al ver a un hombre de cuarenta y siete años, de seis pies y una pulgada de estatura, pasarlos, se mantuvieron alejados en su espacio de seguridad.

De algún modo, tuve arena no solamente en los zapatos de goma, sino dentro las medias y las mismas uñas del piel. Los callos de la piel impidieron que me haya dado cuenta. Quizás, así también, al sentir estas piedras en los zapatos, deberíamos tener callos en el corazón, o en la mente, o mejor dicho, los pensamientos. Pero somos personas sensibles, personas sociables, que necesitamos estar rodeados y aceptados por nuestros semejantes. Buscamos en caras desconocidas, algún rastro que nos permita entablar una conversación. Buscamos una conexión con algún evento o algún gusto personal en toda la gente que nos rodea. No quiero vivir solo, no quiero ir al cine solo, no quiero comer en el restaurante solo, no quiero morir solo. Somos animales sociales, como los delfines, los pájaros, los monos. Podemos ser nuestro propio país y continente, pero queremos tener, de vez en cuando, un vecino para hacer contacto humano.

Todos cargamos piedras, y a veces, sin darnos cuenta que vivimos en castillos compuestos de vidrio, tiramos piedras por doquier, creyendo que ninguna rebotara o regresara. ¿Quién creyera que una piedra rebota? Pero así es. Sino, ¿cómo es que se mueven de un lugar a otro, sin tener ruedas, sin ser redondas como las llantas? Piedras molidas se convierten en arena, y en la arena podemos soltar todas las tristes y saladas lagrimas que nos sobren. Nada es en vano. Bienvenida piedra a la vida, por hacernos recordar que sentimos algo, aunque sea por un momento.

Escrito por Dirk Wojtczack Vecilla, 16 de Octubre de 2010, Baldwin Public Library

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