Monday, October 25, 2010

En blanco

Todas las mañanas me pregunto que haré. Pero más que nada, me pregunto ¿qué escribiré? ¿Qué idea, que verso, que pensamiento saldrá de la caldera en mi mente? Obviamente, no lo sé, ni nadie tendrá la respuesta. Solamente el fin del día trae sus contestaciones. A veces abatido por el cansancio que se acumula poco por poco durante el día, me llega la contestación de la misma forma que me recuerdo del nombre de una persona. Soy demasiado olvidadizo para acordarme de nombres. Nos podemos presentar unas diez veces, y se que no acordaré el nombre, y simplemente diré: Hola, ¿qué tal?, o un buenos días. No es nada personal. Será que tengo la mente llena de chucherias triviales o de preocupaciones o ansiedades de que traerá el futuro, que tanto me distrae en concentrarme en el presente. Se que debo vivir el presente para así en el futuro poder recordarlo como antepasado. Y quizás, será eso, porque en los últimos años no me recuerdo de muchas cosas. Algunos científicos y parientes (hasta pacientes mentales) dirán que es la cuenta que se paga por ser parte de la vida, los olvidos. Los gringos le dicen “senior moment”. Quizás estoy viviendo tantas experiencias al mismo tiempo y poco absorbe la esponja de mi cerebro. Por eso, a pesar de la crítica, la burla o los comentarios de algunos que parezco turista, tomo fotos. Mis hijas han tomado mucho interés en ver las fotos de sus primeros días hasta el presente. Vivimos en la generación mas fotografiada de todos los tiempos. Solamente la borradura de los kilobytes dejara a todos sin alguna prueba sólida de esa existencia. Algunos contemporarios de mi edad se recordaran cuando las fotos se grababan en los rollos, los negativos.



Como escribo tanta poesía, o lo que en mi mente se clasificaría de tal forma, y no me interesa leerla después, me pregunto porque? Será porque escribir algo en papel, ahora en el Internet, deja una huella permanente de la existencia, de los momentos. Aquellos versos que se convierten en si confesiones personales, que muy pocos leerán, y podrán preservarse como secretos, aun estando impresos para todos ver como ropa tendida.



No escribo poesía para declamar, o para hacerme famoso. Lo hago como terapia, el psicólogo mas barato del mundo se ha convertido en este pedazo de papel que graba toda locura que sale de los lápices. No tengo habilidad para salir al público, prepararme, presentarme y explicar poemas. Pero si intento cuando toque.



Todo lo que he escrito arriba lo hecho con la pantalla del monitor enfrente de la gente, en la Baldwin Public Library, como un exhibionista en la playa sin ninguna inhibición; será que no me importa que la gente se acerque y trate de leer lo que estoy escribiendo. No creo que podrán, pues es en español cuando todos alrededor hablan ingles. Pudiera estar escribiendo secretos del gobierno o chismes de la familia, y nadie entendería un comino de lo que he escrito. He dejado poemas escritos en la cafetería de Starbucks para ser re-usados como filtros de café, pero nadie me ha dicho a qué sabe ese café Wojtczack. He obsequiado mis libros de poemas en bibliotecas públicas y hasta la fecha presente, nadie me ha dado un comentario; ya estoy acostumbrado. De todos mis males, este es el menor, así que no me quejo. Aunque estos poemas tuvieran la veracidad de ser escritos con tinta de sangre, no tendrían ningún impacto, cuando en realidad la misma sangre de la gente se usa como moneda barata y se atropella la vida como trapos en la calle.



Fotos, café, poemas, prosa, el sabor del día. ¿Cómo dijiste que te llamas?



Escrito por Dirk Wojtczack Vecilla, Octubre 23, 2010, en Baldwin Public Library

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