Siesta
Pero una siesta me vendría muy bien por ahora, no estaría aquí, despierto en la biblioteca, luchando contra el cansancio natural que pesa sobre las pestañas. Soy una persona tan simple: pan, café y periódico para el desayuno; pan y carne de almuerzo; una ensalada y carne de merienda, y estoy satisfecho. Un poco de actividad mental y un poco de actividad física, un poco de vegetación mirando a la telenovela y las noticias, y se me va otro día.
Viene lunes y estoy cansado de todo lo que hice en el fin de semana. Martes todavía me estoy recuperando del fin de semana, más el cansancio del lunes. Miércoles viene y establezco una base de energía. Jueves estoy cargado para salir a trotar o andar en bicicleta. Viernes viene y planeo para el fin de semana. Sábado y domingo llega con las obligaciones de la casa: supermercado, clases de danza de las niñas, hora de misa, leer los titulares del periódico gordo de artículos diversos. El ciclo semanal se repite por cincuenta y dos semanas, otra vez quemamos al año viejo y empieza el conteo diario donde envejecemos, viendo canas y arrugas dejando testimonio sobre el cuerpo.
Soñar es la forma de libertad más inofensiva de todas. Nadie sale herido, nadie derrama sangre, no hay ningún índice de natalicio o mortalidad. No hay declaraciones de guerra o banderas blancas de rendimiento. Soñar es viajar sin maletas, sin aviones, pasaportes, líneas de espera o búsqueda de taxis en alta hora de la madrugada. Soñar no lastima al prójimo y nadie tiene que enterarse de aquella visualización privada; una película de cinematografía dirigida de nuestra propia creatividad e intuición.
Silencio por favor, no puedo escuchar mis pensamientos. Silencio por favor, ya no puedo mas con este cansancio, que la siesta provoca, invoca, seduce y convoca. Ahhhhh, que bien seria tomarme una siesta ahora mismo, con el aire acondicionado soplando aire frío, y no saber nada de nadie, nada del mundo, nada del oficio o la oficina. ¡Qué no haría por estar en una hamaca, meciendo de lado a lado, y vaciar toda responsabilidad debajo las cejas o de la almohada suave
Buenas tardes siesta mía, ahí voy.
Escrito por Dirk Wojtczack Vecilla, Julio 1, 2011, en Baldwin Public Library.
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