Thursday, August 04, 2011

Aurora medicinal

¿Qué hace la mayoría de la gente, sábado en la mañana? ¿Qué hace la mayoría de la gente, sábado en la madrugada? Si la decisión fuese entre la voluntad y el cuerpo, en mi caso, saldría la mayoría de las mañanas para hacer deportes por voluntad. Mejor dicho, escojo entre trotar o andar en la bicicleta de carrera. Si pudiera añadir la opción de nadar, también lo haría con más frecuencia.



Hace meses que no he salido en bici, y cada vez que salgo, siento el hilo, la fragilidad de la vida, porque sé que siempre corro el peligro de ser golpeado o herido por un carro, como ya me ha sucedido varias veces en el pasado y con la suerte de la sobre vivencia a mi lado. Salí esta mañana sin el cronometro de la bici, que mide todo, menos cuantas calorías pierdo tras los chorros de sudor que voy dejando a lo largo del camino. Nunca he visto a alguien sudar tanto como yo. Me sentí un poco raro sin el cronometro, el medidor que uso para compararme entre quien soy hoy y quien fui ayer, con resultados que confirman que el paso va disminuyendo. Pudiera consolarme de que permanezco activo y por lo menos no me entorpece la inercia.



Esta madrugada bajé a la cocina, puse agua y café en la cafetera, para cuando regrese de andar en bici, tan solo prendo la cafetera, y presto. Estuve en camino con la bici un poco después de la 5 de la mañana, y siempre hago la misma pregunta: ¿Quién aparte borrachos y conductores haciendo las entregas a los negocio, está afuera a estas horas benditas? Vi a un muchacho con su Ipod escuchando a música mientras el esperaba al bus publico; vi a un señor mayor de edad, caminando por la esquina, en ruta a comprar su periódico. Vi unos adolescentes de mala facha probando que puertas estaban sin cerrar, y gritando al aire unas obscenidades (esperaba que me insulten, para empezar un pleito, pero nada sucedió). Obviamente todas las tiendas de conveniencias, los 7-11’s ya estaban abiertos por los mismos inmigrantes que la gente anglosajona ve de mala fe. Seguí pedaleando y el peso del torso caía sobre las muñecas y las manos, un poco débiles, que tuve que torcer un poco el torso para distribuir el peso por otras partes del cuerpo. En el tramo hacia Jones Beach choqué contra una nube, literalmente, de mosquillas, que buscaban entrar por los pasajes nasales y vocales. Con el sudor en toda la superficie del cuerpo, las mosquillas se quedaban atoradas que daban la apariencia de pecas. El ataque de las mosquillas fue agobiante, tuve que taparme la boca y cerrar los ojos para que no se quedaran atorados en las corneas. Sentí mucha lastima por unos trotadores y caminantes que se acercaban, y seguro que ellos no tendrán ninguna alternativa sino regresarse de donde vinieron.



Poco por poco, pedaleé hasta regresar a casa. No necesité de ningún cronometro o un medidor mecánico para decirme que estuve lento – lo sé, el cuerpo me lo dejó saber, y no pude escapar a mi sombra como en otras ocasiones.



Escrito por Dirk Wojtczack Vecilla, mayo 28, 2011, en Baldwin Public Library.

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