Wednesday, June 08, 2011

Cantar es algo que ustedes no me verán hacer, ni siquiera en la privacidad de la ducha. Los domingos durante la misa, hay tantas partes de la ceremonia en que la audiencia responde, como a un salmo o una oración cantada. Mudo quedo, ni siquiera muevo los labios para pretender que estoy cantando. No se en que rango de la escala musical o de las frecuencias grabadas mi voz cantando quedaría. Mi canto es una combinación del sonido rayando tiza en un pizarrón empolvado y del metal cuando los trenes dan la curva en la pista elevada cerca de Queens Plaza Station.



Solamente en mi mente canto y me gusta. Por una coincidencia, mi voz suena tal como la de la canción. Si es una canción de heavy metal, rock alternativo, salsa, o una rara melodía que me guste, en mi mente escucharé la misma tonalidad. No sé porque no canto en voz alta, no me debería importar como a muchas cosas que hago y no preocupa la opinión de la gente. Quizás no canto en voz alta como un favor de piedad a la humanidad, pues para que someterla a un peor castigo. Claro que pudiera cantar con un aparato que altere la voz, pero para que tanto engaño. ¿Para qué crear la ilusión de cantar y de repente alguien me pide que cante en capella? Quedaría como farsante, y eso si que no lo soy.



Así que no soy cantante ni lo seré. Y como no canto, tengo una pereza mental de aprender la letra de cualquier canción, y solamente escucho, o tengo el oído, para descifrar los instrumentos, los arreglos, los cambios de tiempo, modulaciones, efectos de coro y reverberación. Cuando hay gente que opina y se queja que no entiende la letra de las canciones, les digo que a mi no me afecta, porque pocas son las canciones que de verdad valen la pena entender lo que se ha escrito. Escucho al “ruido” de los instrumentos, por eso, música rock me conviene. ¿Qué demonios estará cantando el grupo Led Zeppelin o Deep Purple, cuando solo escucho el arreglo de las tres cuerdas básicas de rock? En los años 80 y 90 cuando el rock industrial era mi predilecto, escuchaba a grupos como Ministry y Skinny Puppy, y que orquestación con los sintetizadores y drum machines, que melodía detrás de todo ese “ruido” metálico artificial. Apuesto que los integrantes de esos grupos de música “industrial”, antes de grabar esas canciones, tenía la melodía en su mente o las descubrieron en momentos de silencio con una guitarra acústica. Los muchachos entran a ensayar sus experimentos musicales, distorsionan la frecuencia de los sonidos, y suena como metal sobre metal.



También escucho a música clásica, me ayuda a pensar y no tengo que andar tratando de adivinar que es lo dice la letra, porque letra no tiene. Sin haber estudiado la música clásica, reconozco que detrás esas composiciones, unos genios locos están detrás de esas notas, ¡y que mentes tan geniales! Una obra de Beethoven, Vivaldi, Schubert, dejan a uno rascándose la cabeza con tantos cambios de dirección en una sola composición, signos de un buen paciente en el asilo de los desquiciados.



No recuerdo bien como va el dicho, algo como “cantar es como rezar dos veces”, y mucho rezo en el silencio contemplando el horizonte detrás el parabrisa del carro.



Escrito por Dirk Wojtczack Vecilla, Abril 1, 2011, en Baldwin Public Library.

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