Wednesday, November 30, 2011

Bebé




Una de las etapas que atravesé en la vida fue la de purgar a los demonios. Aquellos demonios que guardan espacio dentro de uno, se acumulan y salen a manifestarse de una forma negativa. Gracias a Dios sobreviví esta etapa vivo, tomando en cuenta el sinnúmero de riesgos en las que hubiera perecido entre tantas que ni siquiera llegan a ser mencionadas por gente invisible. Hay varias maneras de retrasar la salida de los demonios; manteniéndose ocupado todo el tiempo del día y la noche, atendiendo sesiones de terapia con el psicólogo o psiquiatra, confesándose cada semana al sacerdote, y la más común – meterse en el mar del alcohol. Muchos en sus argumentos de legalizar unas drogas, se mantienen un poco alejados con algo legal, de consumo público – el alcohol. Y sí que cobra victimas a lo largo de su trayectoria, victimas inocentes e intencionales.



¿Cuántas veces se ve con gracia al borracho caminando de regreso a su casa, tambaleándose, o sostenido del compadre? Menos gracia tiene cuando el mismo borracho cobra la vida de gente inocente al conducir bajos los efectos que retardan toda percepción a la realidad. Solamente borrachos y niños dicen la verdad, pero ¿Cuánto vale una verdad suelta que hiere o mata?



Ayer hacia mucho calor, y después de haber cortado el césped, tenía mucha sed. La mayoría de veces simplemente bebo agua, pero ayer estuve de un humor para enterrar demonios. Parece que a estas alturas de mi vida, todavía circulan en los callejones oscuros de la mente y el corazón. Quizás todo hombre los tiene y no queremos admitir que los demonios todavía existen como un signo de imperfección o debilidad. Tomé tres cervezas bien frías con mucha facilidad, y no para emborracharme, sino para enfrentar a los demonios y preguntarles de frente que querían decirme. ¿Qué es lo que con tanta urgencia me querían amonestar que no podía mantenerse suprimido por más tiempo?

Al rato, como todos los días después del trabajo, por igual tomé una mini-siesta – algo de unos diez minutos. Me sentí muy bien, como que si hubiera purgado todo lo tóxico que rodeaba dentro de mí. Me sentí tan bien como después de haber trotado y la adrenalina hubiera acelerado un éxtasis natural. No me gusta beber alcohol simplemente cuando alguien convida o invita, o por si nada mas.



Hace unas dos décadas nunca me hubiera perdido la oportunidad de hacerlo, de usar cualquier pretexto para beber. Ahora no me llama la atención la sensación de soltar, por parte o completamente, las inhibiciones que ayudan a regirse de una manera civilizada. Tampoco quiero pretender que estoy contento cuando bebo alcohol cuando por dentro todavía las llamas queman y su fuego perdurará hasta el último latido del corazón. Prefiero enfrentar a los demonios y darme cuenta que estoy solo, que los demonios si son vencibles y que son la invención de una persona con mucho tiempo de ocio en sus manos como poeta o escritor.



Escrito por Dirk Wojtczack Vecilla, Agosto 6, 2011, en Baldwin Public Library.



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