Wednesday, January 11, 2012

Venta de libros por un dólar, baratos




Se prefiere escribir en la tercera persona, donde la pretensión libera a uno de cualquier asociación personal. Prefiero escribir en la primera persona para decir la verdad de una sola vez y no tener que recordar qué dije y cuando. Con la velocidad de obtener resultados inmediatos, el escritor no tiene que esperar al proceso completo para hacerse leer por el método tradicional del libro. Poco por poco, se dice, que el libro desaparecerá.



Shakespeare, Goethe, Faulkner, Maya Angelou y otros miles de autores esperaban en los anaqueles de la biblioteca pública de Woods Hole, Massachusetts, para ser vendidos por el precio modesto de un dólar. Entre todos estos libros, recuerdo una vez haberlos donados, estaban dos libros de mi autoría, “Dos mil seis”, “Anuncios de Impostor”, en venta también. Que dilema, compro mis propios libros para rescatarlos de ser echados a una fosa literaria para reciclar el papel, o dejos los libros con sus hermanos huérfanos. El egoísmo y narcisista me decían, cómpralos. El perezoso en mí dijo, que se jodan a su suerte, así como me ha tocado en esta vida. Quizás si nadie los sacó gratuitamente prestados, mucho menos que alguien los va comprar por un miserable dólar.



Ya los escribí, los doné, y dejé que circularan por la intemperie del mundo literario. ¿Qué mas puedo hacer – mimarlos? ¿De que me sirven esos mismos libros encerrados en la oscuridad de un cuarto cerrado? Los podría usar como pesas de levantar, o pretender que soy un hombre culto. De verdad, ¿cual era la probabilidad de que dos libros escritos en español en un mundo anglosajón sobrevivieran la inactividad? Me hice la ilusión que alguien quizás querrá practicar español, o en si, tendría interés en la misma poesía. O de ser descubierto por algún famoso escritor o crítico de la prensa que me ayudara a emprender un tour mundial promocionando la poesía. ¿Qué más puedo esperar? ¿Qué mas puedo hacer como escritor – no soy vendedor?



Mientras la tecnología mejora y disemina la información a velocidad de luz, se tiene que mantener los pies en la tierra bien planteados, sino la corriente del entorpecimiento nos puede llevar a un largo sueño, para más tarde despertarse y preguntarse - ¿Qué paso? Día tras día miles de palabras del diccionario pasan sin ser usadas y terminaran olvidadas, ni siquiera servibles para la venta baja como libros de segunda mano. ¿Será posible que las palabras dentro del diccionario se reduzcan en cantidad a unas figuras de cuevas? Si ya la prueba esta en el uso de un medio donde solamente se pueden usar 160 letras por mensaje. No vaya ser que nuestros cerebros se apaguen cuando la carencia de electricidad nos deje desconectados.



Escrito por Dirk Wojtczack Vecilla, Septiembre 2, 2011, en Baldwin Public Library.

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