Thursday, April 11, 2013

Cuartilla - Saca la lengua que nada cambia

Estoy de luto y un poco torpe, un poco fuera de orbita. No estoy triste por que ya lloré todo lo que tenia por dentro en el 2006, cuando mi padre (padrastro) estuvo ya literalmente muerto, respirando por medio de un pulmón artificial, en coma por unos días. Claro que lloré ya cuando mi padre se nos fue hace unas semanas atrás. Uno quiere decir adiós adecuadamente, como cuando uno se despide en el aeropuerto o sale de la casa al trabajo. Cuando la muerte llega, llega rápido, aun cuando los últimos días, semanas, meses, te da las pistas y uno desapercibido no conecta los puntos.




Uno quiere decir todo, como una confesión para borrar toda ofensa, intencionada o no. Aunque mi padre sobrevivió la visita "exprés" al otro lado, desde el 2006, sus últimos años fueron llenos de dolores físicos que lo dejaron existir como la sombra de un roble en extinción. Si tuvo unos momentos alegres, unos momentos de lucidez, pero nunca más pudo trepar las montañas en el norte del estado de Nueva York. Ya no podía valerse de su cuerpo hiperactivo, 7 días de la semana, noche y día. El reloj de su cuerpo se adelantó a la fecha de expiración, falleciendo a unos cuatro días de lo que hubiera sido su cumpleaños número 72.



En el velorio de mi padre, di un corto homenaje a su vida, la cual pudiera haber sido redactada en un libro. Titulé el homenaje "El último alemán en Queens". El no llamaba atención a la gente latina del vecindario. No por su apariencia física, su modo de hablar, su vestimenta. El hacia las cosas, no las decía. El era un hombre de acción. Su lección a todos era por medio del ejemplo, no por medio de lecturas o castigos. Vivía simple, café y pastel por la mañana y el medio día. Algo ligero de merienda. Algunos en la familia decía que el trabajaba porque no sabia hacer nada mas. Otros decían que el trabajaba para escapar la inercia del flojo. El siempre se movía, de un lado a otro, haciendo diligencias, tramites, arreglando y desbaratando carros. El hacia todo en la oficina de su negocio - llamadas, fotocopias, llenaba formularios y aplicaciones para los clientes, respondía a la misma pregunta hecha un millón de veces como la primera vez. Que no haya perdido la paciencia con algún u otro cliente se le puede entender; cualquier que trate o lidie con el público sabe lo difícil que resulta.



¿Quién nos entrena para la muerte sino la misma vida? ¿Quién nos prepara a cerrar el último capitulo de una persona que se quiere? La vida en si no trae todas las respuestas, y por lo tanto, no todos los mismo problemas a todos por igual. Este último domingo de pascuas había una persona menos en la mesa del comedor. Podría mirar al vaso medio vacio si me pongo a pensar cuantos se han ido durante mi existencia. Podría pensar en cuantos han venido a nuestra vida para complementar nuestros talentos y defectos. Todo es relativo. Hay que seguir adelante, tal como lo hace la rotación de la tierra. Tal como lo hace el sol constante.



No se para que escribí esto. No creo que lo hice para desahogar porque no siento alguna diferencia. No se si escribí esto para pasar el tiempo. No se si escribí esto, porque tan solo, pienso. ¿Cuántas páginas llenaría si escribiría todo lo que pienso? Escribir por escribir es vivir para siempre (seguro que algún filósofo ya habrá escrito este pensamiento, sino soy el primero).



Escrito por Dirk Wojtczack Vecilla, en Baldwin Public Library, Abril 2, 2013.





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