Friday, November 12, 2010

S e c r e t o s

Secretos. Lo que uno mantiene en la mente y comunica con otra persona de confianza, de que no lo relatará a otra persona. Unos secretos se comparten: yo te cuento uno si me cuentas uno. Reciprocidad. Un secreto es eso, algo que se guarda, y a veces se puede usar como un arma de doble filo en situaciones de conveniencia. Unos secretos salen más rápidos de la boca, más que nada por el peso (no en libras o toneladas) que quita sueños, quita hambre. Unos secretos son confesiones que se cuentan a un sacerdote, pero que por varios motivos uno todavía no se siente desahogado. Un secreto no es un pedido de consejo, sino la transferencia de una carga. Me ayudas a cargar esta cruz, yo te ayudo con la tuya, en lo que pueda.

Uno de los secretos más raros es el que les voy a escribir, un secreto que potencialmente unos once millones de personas en EEUU pueden entender. No, no es que soy ilegal o que no tengo papeles – todo está al día. Este secreto consiste en algo que yo siempre escribo a usted el lector, si es que usted uno de los selectos lectores. Digo selecto lectores, porque la mayoría de ustedes están bien ocupados laborando uno, dos o tres empleos. Están bien ocupados tratando de poner el proverbial pan de todos los días. Están bien ocupados de salir adelante, honestamente, como sea, con la mente o con la tarea física que se requiere. Este secreto que algo que la gente anglosajona me pregunta porque solamente me comunico con la audiencia de esta manera.

El secreto que les revelo es que escribo en español; un secreto que puede llegar a los mismos once millones de lectores potenciales, y no el resto de la populación en EEUU. En si, varias personas me preguntan, ¿por qué no escribo en ingles, siendo bilingüe de papel y lengua? Y no les puedo responder algo inteligente, siempre contesto con una tontería, como que no me sale las ideas en inglés. Pero siento alguna aventura en incursionar en el idioma castellano, me siento como explorador atrevido; listo a estrellar cada vez que cometo un error o llego a un callejón sin salida, que consiste en saber la palabra en inglés, pero no en español. Siento que escribir llevo conmigo las mismas tres embarcaciones al nuevo mundo de Américo Vespucio, y no en las barcas de los vikingos o de los holandeses o británicos. En mi mesa de noche, me acompañan varias versiones de diccionarios: Inglés a español y viceversa, de español y sus sinónimos. Bien gastados están de tanto uso tras año y año taladrando con el pico esta piedra, que por dentro es oro puro. Obviamente pudiera responder que escribo en español por que es una de las lenguas románticas, pero nunca escribo de romance, sino de melancolía, de mañanas, del pasado dulce de mi infancia, o experimentar con ideas que en inglés simplemente yo consideraría como estúpidas. Cuando escribo en español me atrevo a explorar el idioma que aprendí a hablar de pequeño y que con tan pocos años estudiados en la primaria, me dan suficiente munición para descargar esta mente loca.

Pues, así es, este es el gran secreto que les comparto, y espero que no se lo cuente a más de las once millones personas que lo entienden aquí en EEUU.

Escrito por Dirk Wojtczack Vecilla, Noviembre 12, 2010, en Baldwin Public Library.

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