Santos
Tal como las culebras que pierden su piel, vamos cambiando de prioridades. Un muchacho joven, en si, con poco de perder, que vive cómodo, tan solo piensa en complacer su cabeza pequeña, su pene. Y tendrá sus conquistas, y averíos amorosos, líos y distracciones. Unos años mas tarde, cuando el peso del tiempo, y sus prioridades han cambiado, y por cambios fisiológicos, su pene no le habla o responde como antes. De tanto vivir cómodo, se olvido como luchar, como sudar. Se olvidó a que se siente el hambre, cuando el estomago se encoje tanto y los ácidos empiezan a quemar las paredes interiores. Se olvidó que es el frio cuando no hay calefacción, o que no importa cuantas cobijas te tapan, porque te asfixias o te dan patadas los adolescentes por ser un homeless, de los cuales, yo seria el peor: mal humorado, enojado y con la rabia en los ojos de un lobo salvaje. No tendría orgullo en buscar desperdicios de comida detrás los establecimientos comerciales, donde sirve más de lo que uno humanamente puede consumir de un solo mordisco, es obsceno.
Vivimos y los cambios ocurren, uno sobre otro. La gente, ciudades, hasta uno mismo cambia, pero quizás no nuestras voces. Y los cambios mantienen a todo interesante, fuera del aburrimiento. La paz es aburrida, y del mismo aburrimiento entran ideas torcidas y nacen guerras. La guerra es un buen comprador de armas, la paz no.
A mi, déjenme en el aburrimiento, que nada me faltará, ni siquiera una gota de inspiración. De otra manera, tendré que invocar a Santa Cecilia o Santo Columbano, a ver si recuerda mis versos extraviados, mi voz o de mi simple ser. Les pediré limosnas, pero no robaré. No por temor a ser capturado, sino porque no tiene sentido cuando todos los de abajo estamos en la misma situación.
Escrito por Dirk Wojtczack Vecilla, viernes, 12 de noviembre de 2010.
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