Monday, March 21, 2011

P a v o r



En el segundo piso de un edificio antiguo, en el centro de Guayaquil, había una oficina donde recuerdo con claridad palpable, el tremendo dolor del taladro en mi boca. El mecanismo del taladro dental era simple, dos largas varillas acompañadas de una piola gruesa. El sonido del taladro al penetrar el diente o muela era el peor ruido que exista en la humanidad. Peor que el ruido de uñas arañando una pizarra. El conjunto del ruido del taladro, el dolor del mismo pinchando el nervio expuesto donde la carie residente, los chorros de saliva que le sale a uno por las glándulas mandibulares, y la mano fuerte del dentista para que uno permaneciera quieto, era mas que suficiente para dejarlo a uno trastornado por el resto de la vida. No importaba que el dentista te haya inyectado una agujota en la boca para dejarte con anestesia, y horas después, te andabas pinchando la piel al no sentir nada y quería que cualquiera me golpeara en la boca, sintiéndome invencible.



Nunca he gozado las visitas al dentista, y peor cuando el dentista es como el que apareció en la película “Little Shop of Horrors” con Steve Martin como el dentista sádico, y el paciente era el actor Rick Moranis (increíble que recuerdo bobadas triviales, pero no cuando cayó el muro de Berlín).



El dolor del dentista es multidimensional, multifacético, que uno ve mas estrellas y explosiones al cerrar los ojos que besar una actriz seductora por primera vez. El dolor no tan solo toma lugar en la boca, sino también en el bolsillo, cuando uno tiene que pagar la cuenta.



Me esmero en todo lo que puedo sobre la higiene dental, pero admito que es muy difícil. Me cepillo los dientes a diario dos de tres veces recomendadas, y paso el hilo dental una vez a la semana o cuando tengo comida atascadas entre los dientes. Voy al dentista un promedio de una vez cada diez años y no anualmente como se recomienda. Tomo café sabiendo que la cafeína mancha la superficie de los dientes.



El resultado de mi descuido es obvio, he perdido tantas muelas que tengo espacio entre muelas para reemplazos. Ahora dicen los reportes dentales que el relleno de los dientes que antes se usaba debería ser reemplazado por otra materia, que desconozco el nombre – no es oro, sino el banco me estaría llamando para hacer un deposito. Hoy en día no me confío mucho de los dentistas, siento que es un gran negocio, y que cada carie que encuentran, me la quieren cambiar por una corona o una capa dental. ¿Y después que me queda? Tendré que masticar todo con mis futuros dientes postizos, y sacármelos cada noche.



El pavor sabiendo que tengo una cita la próxima semana provoca cancelarla para los próximos diez años. Pero, ¿para qué esperar, y mejor prevenir con un poco de dolor? Aguanta, que el golpe avisa.



Escrito por Dirk Wojtczack Vecilla, Febrero 11, 2011, Baldwin Public Library.

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