Thursday, February 17, 2011

Novelero

Novelero



Inexplicablemente, soy novelero. Me refiero al gusto de las novelas y no se porque. No es que en mi vida familiar falte el drama que acompaña el arte improvisado de la actuación. En todas partes de nuestras vidas siempre conviven protagonistas. Yo, en mi humilde opinión, el papel de tercera, cuyo nombre sale en letra pequeña al terminarse de listar los créditos. Yo seria como el papel de pared que nadie se recuerda cuando la escena cambia de sitio a sitio, color de papel neutral, nada deslumbrante o llamativo.



Los protagonistas, no como en las novelas, de la vida real no se asignan. Tomar su sitio, su lugar tan solo con su presencia, con sus acciones, palabras inesperadas. Los protagonistas de la vida real no tienen ninguna preparación en clases de actuación, no requieren cámaras especiales o luces posicionadas de varios ángulos complementarios. Los protagonistas de la vida real no tienen contratos y su vigencia permanece hasta su último respiro. Los protagonistas requieren los elementos básicos del teatro: tensión, fricción, imaginación. Los protagonistas van de una situación, que en muchos casos se resuelve por si misma, a otra que lleva tiempo desarrollándose detrás una y otra. A veces las situaciones no tienen nada que ver con el problema presente. Pero no importa, los protagonistas llevan un guión interno, planean y preparan sus argumentos mejor que un abogado caro o un arquitecto famoso de la Quinta Avenida en Manhattan. Cuando el guión se desvía del argumento preparado, también los protagonistas acuden a sus reservas y saben como hilvanar de un tema al otro.



De pequeño, en el cuarto de mi tía-abuela, solíamos ver las telenovelas en blanco y negro. Telenovelas como “Esmeraldas”, “Muchacha Italiana viene a casarse”, entre tantas cuyos nombres se me han olvidado. Estas novelas eran un escape de la realidad, aquella realidad en esos días cuando no todos tenían un televisor en cada casa. En el pueblo costeño en el litoral ecuatoriano, Playas (Cantón Villamil), todos siempre se reunían los días de semana afuera de una casa particular, cuyos dueños posicionaron el televisor para verse desde la calle. Ponían el volumen bien alto para escucharse sobre las conversaciones que la gente pasajera solía tener. Aquellos personajes de las telenovelas vinieron a ser parte de la conversación diaria, analizando las posibilidades de un romance, una reconciliación, quien esta embarazada y de quién, etc. Lo predicable de todas las novelas es que la pareja principal atraviesa conflictos, se resuelven y se casan; como que el matrimonio es el trofeo de nuestra sociedad. Hay que ver. En estos días estoy pegado al televisor, todas las noches a las 7 p.m., a “Un sueño llamado salsa”. Para mí, esta telenovela es como una mirada de afuera a una parte de la vida en Cali, Colombia.



Algunos de ustedes se burlaran, reirán o preguntaran que cómo a alguien de mi nivel intelectual le puede gustar las telenovelas, y no les tengo una contestación definitiva. Y no es que me gustan todas. Me tienen que gustar a primera vista, sino cambio el canal. A veces voy meses sin ver ninguna telenovela hasta que empieza una nueva. Soy novelero.



Escrito por Dirk Wojtczack Vecilla, Enero 15, 2011, en Baldwin Public Library.

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