Dia de Misa
Las iglesias se han modernizado mucho desde los días que acompañaba a mi tía-abuela en Guayaquil, Ecuador. El interior de la iglesia era oscuro, las bancas duras y arrodillarse sin almohadillas era mas que penitencia por pecados leves. Daba miedo ir al confesionario y contarle al sacerdote todos los pecados que había cometido durante la semana. Sentía que por obligación a los diez mandamientos de confesarme todos los domingos. No sabía que todos pecábamos con la mente tan solo mirando. ¿Qué comprendía yo de estas cosas, en algún aspecto, banalidades de la gente? Observaba al piel de la letra todo lo que se me inculcó; fui muy respetuoso con los adultos y nunca los miraba directamente a los ojos.
Y toda esta gente que va a las iglesias, templos, sinagogas, mezquitas, y lo que sea, para orar. Si orar fuera oro, todos serían multimillonarios. Orar es la raíz de llorar, y lo escribo por rimar no más, no para insultar o insinuar algo más de lo que es o no es. Hablar o escribir de religión causa fricción, crea enemistades, y en muchos casos empieza guerras y no treguas. No soy defensor ni acusador de la religión. Si creo en un ser supremo, creador de todo lo visible e invisible, quien nos ha soltado las riendas para que nosotros mismos seamos responsables de nuestras acciones e inacciones. Creo en la bondad y generosidad de la gente, tan bien, como en lo contrario, la maldad y mezquindad. No todo puede ser bueno sin mal, y viceversa. Siempre habrá durante diferentes tiempos de la vida, desequilibrio entre el bien y el mal. Cuando a uno le sobre bondad, es tiempo de compartir, ayudar, extender la mano. Cuando la maldad nos abrume, mantener firme el compás hacia la luz de la justicia. A veces me siento mal cuando todo me va bien, y me siento conforme cuando estoy miserable porque estoy en compañía con muchos.
Cabe notar que estoy sentado al lado de una señora jamaiquina en la sala de computadoras, y no puedo evitar ver que esta escribiendo su curriculum vitae, buscando empleo. No escribe sesenta palabras por minutos, y lo hace con muchas fallas gramáticas - ¿qué le digo? De lo que alcanzo a leer, ella es asistente a enferma, y no les pagan bien. ¿Qué cobrará – unos ocho a diez dólares la hora? Eso no llega lejos. Yo he vivido en propia piel esos momentos de desempleo y quisiera ayudarla, pero tampoco quiero entremeterme para no ofenderla. ¿Llegaré tarde cuando ella dé su sermón?
Escrito por Dirk Wojtczack Vecilla, diciembre 17, 2010, en Baldwin Public Library.
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