Reo del Cigarrillo
Los fumadores parados en la azotea
canjean el humo de cigarrillo
por unos himnos de solidaridad
y unos fósforos quemados escuchan
al viento combatir la obscenidad
de la crónica roja del periódico.
Las cajetillas imitan las muecas estáticas
de los pulmones,
que aguantan el congestionamiento
en el espacio designado para materia etérea.
La fecha de expiración carece importancia
al referirse a la vida, pero no a la de leche.
El itinerario del humo
queda determinado desde la encendida
del fósforo:
nace en la combustión con el tabaco,
choca contra las paredes del pulmón,
acelera la salida por la vía vocal
y se mezcla hasta perderse en el ambiente.
El fumador goza,
las cenizas caen,
balas de nicotina tildan el cerebro,
pero aquel placer perece
cuando el dolor impone el olvido,
y la agonía sin filtro
se deleita del instante,
aun hablando en los mismos términos.