Friday, August 19, 2011

La Bicicleta

Entre la vida y la muerte, una bicicleta.

No, la vida es una bicicleta.

No, la muerte llega en una bicicleta.



Tampoco, entre el principio y el fin, se recorre la vida en una bicicleta. Al principio cuesta mucha comprensión entender las leyes físicas de la gravedad, algo de Newton, algo de Einstein, algo de locura. ¿Cómo entiende un menor de edad lo que es mantener el balance de una bicicleta para no caerse de costado y poder seguir de largo? ¿Acaso entender el concepto de dios igual al entendimiento de las reglas de una bicicleta? ¿Acaso no estamos aptos o capaces de entender a dios, que tenemos que aceptar su existencia como algo abstracto, con un poco de algo llamado fe?



La vida es una bicicleta, existen tanto paralelos por mencionar. En el transcurso de la vida tenemos tantos desaires, lo mismo que una llanta desinflado – pero hay que repararla y seguir. En el camino habrá muchas lomas, muchas cuestas, que requieren mas esfuerzo de lo normal para llegar a la cima, al igual que en la vida real, donde se lucha duro por todo lo que vale la pena. La recompensa en si, es la bajada de la loma, sin tener que pedalear, sin esfuerzo, y poder gozar de la brisa yendo a toda velocidad, como un paracaidista. En la vida tanto como en la bicicleta también damos tantas vueltas y vueltas, como las mismas llantas, alrededor de la cuadra, circulando la manzana varias veces, y aun así vivir cada vez una diferente experiencia.



La misma bicicleta cuesta dinero obtener, tanto como lo que uno invierte o gasta en la educación, para mejorarnos. Y si alguien se roba la bicicleta, viene primero la rabia, la resignación, y el anhelo de obtener otra. Algo que no se pierde con el robo es la habilidad de montar la bicicleta, eso nunca se olvida, como un primer amor. Al igual que si alguien le roba a un carpintero sus herramientas no para de ser carpintero. Una vez ciclista, siempre ciclista.



Entiendo con claridad que cada vez que monto la bicicleta en la carretera, que puede ser la ultima vez en vida. Todo en la vida viene acompañado de riesgos, la vida es un riesgo, respirar es un riesgo – el riesgo trae su riesgo. Una vida llena de seguridades no es una vida – ni siquiera una almohada existe sin el riesgo de perecer en un incendio o en la basura. Entiendo con claridad que cada vez que monto la bicicleta, aun recorriendo en la misma ruta, que viviré y veré algo diferente, un detalle nuevo. Cargo cuarenta y ocho velas en el curriculum vitae, innumerables canas, y la fuerza de seguir pedaleando como si estuviera participando en el Giro D’ Italia, o en el Tour De France, o la Vuelta de Colombia. Cada vez que monto la bicicleta, siento como que si estuviera tomando los cuernos del toro, mandándolo a que siga mi dirección.



Se supone que cuando uno sale en la bicicleta, que siempre regresa, tanto como cuando uno sale con vida que uno regresa a casa con la misma. Y no es así, simplemente no es así. La vida va paralela en el camino de la bicicleta, su sombra me sigue mientras me movilizo. Bella bicicleta, acompáñame donde sea, en todas partes, en la tierra, tanto como en el cielo (o el infierno si me toca ir a rendir unas cuentas pendientes).



Escrito por Dirk Wojtczack Vecilla, junio 25, 2011, en Baldwin Public Library.

Tuesday, August 16, 2011

Despidiendo al tiempo de la muñeca

Todo a su tiempo, en su tiempo. Todo con moderación. ¿Qué? ¿Cómo puede ser eso, cuando uno vive de afán? Desde la mañana hasta el anochecer, y si uno tiene un poco de suerte, quizás tiempo durante el día para recomponer la energía. Quisiera despedir de su empleo, si el rol fuese de tal manera pero sucede al revés, al tiempo. Quisiera no saber nada del tiempo, sus normas para medirlo, por medio de calendarios, semanales, diarios, relojes, cronómetros, etc. Quisiera de verdad no recordar en que año nací, tanto como nunca sabré cuando moriré. ¿A quien le importa de verdad, cuando alguien te pregunta cuantos años tienes? Acaso es para tener un punto de referencia con su propia vida, y poder establecer una relación linear entre tópicos de conversación. A ver, si le digo a alguien que nací a los principios de la década de los 60’s – hablaremos de los Beatles o del asesinato de Kennedy o del hombre pisando la luna por primera vez.

De cierto modo, he logrado una pequeña victoria, un breve alejamiento del tiempo. Me acuesto en la noche cuando el cuerpo me lo dice, y no por que el reloj me lo insinúa. Me levanto en la mañana cuando escucho el piar de los pajaritos. Almuerzo cuando el estomago me dice que ya no aguanta mas. Salgo a trotar en la madrugada sin reloj o cronometro, para no tener en cuenta si voy rápido o lento en la marcha. Para eso, escucho a los latidos del corazón o la frecuencia de inhalar y exhalar aire por la boca.

El lunes pasado, un poco después del tiempo de cenar, participé en un evento de trotar la distancia de unas cinco millas. Como siempre, troté (yo no corro, yo troto) a mi ritmo, y eso que es fácil dejarse llevar por la euforia del momento, de la bulla de los otros corredores para estar a la par de ellos. Pero yo soy yo, yo no soy ellos, ni viceversa. Yo troto al ritmo de mi propio tambor. Milla tras milla, mantuve un buen promedio de velocidad, que los cronómetros postulados a los largo de la pista marcaban el tiempo. Supe que rápido o lento debería ir, no quería trotar demasiado rápido para poco después terminar caminando y dejarme pasar por los corredores de atrás. Se requiere mucha disciplina mental para mantener un ritmo de constante velocidad, y no dejarse llevar por aquellos lapsos en que uno tiene un chorro de energía para darle al acelerador – lo cual muchas veces lo he hecho con consecuencias predicables de terminar todo adolorido.

Bien dicho está que la vida no es una carrera, sino una larga maratón, y solamente los que saben percibirlo, llegan a la meta con más ganas de volar otra vez. Este lunes que viene, tengo otra carrera de 10 kilómetros, y en este encuentro habrá muchas lomas dentro de los bosques – y lomas es algo que carece el vecindario donde corro. Uno nunca sabe que sorpresas trae la vida, lomas, valles, curvas, caminos lisos, ásperos, y muchas veces se toman sin ningún aviso de antemano. De todas formas, la vida y sus experiencias son ajenas a cualquier método artificial, como la medida del tiempo, para sujetarnos bajo la lupa del día, hora, minuto y segundo. Todos llegan primero en la vida, no segundos.

Escrito por Dirk Wojtczack Vecilla, Junio 18, 2011, en Baldwin Public Library.

Thursday, August 11, 2011

Vida volátil o muerte nula


¿En que piensas mente mía? ¿Adonde estas volando?
¿Flotan imágenes, situaciones, lugares en tu mente?
¿Por qué siempre preguntas porqué?

Cada pregunta trae una respuesta que trae otra pregunta, toda una cadena consecutiva de ideas sobre ideas.
¿Estas caminando por la noche en Central Park?
¿O buscas encontrar un laberinto para descifrarlo, para volver a perderte otra vez?
¿Buscas enredarte con la hiedra de la vida, para ver cuantas veces puedes tropezarte, caerte, sanarte y seguir?

¿Buscas pretextos para pasar el tiempo y no recordarte que sin oficio o vicio eres nadie? ¿Buscas como apaciguar el fuego, la rabia, la ira que lleva el alma ardiendo?
Si el ayer se convierte en un olvido, hoy se convierte en una experiencia y el futuro se mantiene la esperanza en vigor,
¿Cómo hago para hilvanar los puentes y caminos que dejo por atrás y los que falta por recorrer?

¿Qué son pensamientos sino nubes en la mente, que nublan al esclarecerse del sol, su verdad?
¿Qué son estas distracciones sino impedimentos artificiales que se construyen para destruir y sentir el triunfo o la derrota?

Todavía no he llegado al otro lado de la vida,
y ese lado puede esperar un poco más.
Por mas eterna, divina o diabólica existencia,
y por muy imperfecta vida atravieso,
la odisea en la tierra se compara a la sensación y algarabía de subir montañas y ver el amplio horizonte azulado.

Los pensamientos disminuyen su velocidad, viene el cansancio,
viene la noche y su acompañante oscuro,
vienen las horas de reposo a mi cuerpo y alma.


Escrito por Dirk Wojtczack Vecilla, Junio 3, 2011, en Baldwin Public Library.

Thursday, August 04, 2011

Aurora medicinal

¿Qué hace la mayoría de la gente, sábado en la mañana? ¿Qué hace la mayoría de la gente, sábado en la madrugada? Si la decisión fuese entre la voluntad y el cuerpo, en mi caso, saldría la mayoría de las mañanas para hacer deportes por voluntad. Mejor dicho, escojo entre trotar o andar en la bicicleta de carrera. Si pudiera añadir la opción de nadar, también lo haría con más frecuencia.



Hace meses que no he salido en bici, y cada vez que salgo, siento el hilo, la fragilidad de la vida, porque sé que siempre corro el peligro de ser golpeado o herido por un carro, como ya me ha sucedido varias veces en el pasado y con la suerte de la sobre vivencia a mi lado. Salí esta mañana sin el cronometro de la bici, que mide todo, menos cuantas calorías pierdo tras los chorros de sudor que voy dejando a lo largo del camino. Nunca he visto a alguien sudar tanto como yo. Me sentí un poco raro sin el cronometro, el medidor que uso para compararme entre quien soy hoy y quien fui ayer, con resultados que confirman que el paso va disminuyendo. Pudiera consolarme de que permanezco activo y por lo menos no me entorpece la inercia.



Esta madrugada bajé a la cocina, puse agua y café en la cafetera, para cuando regrese de andar en bici, tan solo prendo la cafetera, y presto. Estuve en camino con la bici un poco después de la 5 de la mañana, y siempre hago la misma pregunta: ¿Quién aparte borrachos y conductores haciendo las entregas a los negocio, está afuera a estas horas benditas? Vi a un muchacho con su Ipod escuchando a música mientras el esperaba al bus publico; vi a un señor mayor de edad, caminando por la esquina, en ruta a comprar su periódico. Vi unos adolescentes de mala facha probando que puertas estaban sin cerrar, y gritando al aire unas obscenidades (esperaba que me insulten, para empezar un pleito, pero nada sucedió). Obviamente todas las tiendas de conveniencias, los 7-11’s ya estaban abiertos por los mismos inmigrantes que la gente anglosajona ve de mala fe. Seguí pedaleando y el peso del torso caía sobre las muñecas y las manos, un poco débiles, que tuve que torcer un poco el torso para distribuir el peso por otras partes del cuerpo. En el tramo hacia Jones Beach choqué contra una nube, literalmente, de mosquillas, que buscaban entrar por los pasajes nasales y vocales. Con el sudor en toda la superficie del cuerpo, las mosquillas se quedaban atoradas que daban la apariencia de pecas. El ataque de las mosquillas fue agobiante, tuve que taparme la boca y cerrar los ojos para que no se quedaran atorados en las corneas. Sentí mucha lastima por unos trotadores y caminantes que se acercaban, y seguro que ellos no tendrán ninguna alternativa sino regresarse de donde vinieron.



Poco por poco, pedaleé hasta regresar a casa. No necesité de ningún cronometro o un medidor mecánico para decirme que estuve lento – lo sé, el cuerpo me lo dejó saber, y no pude escapar a mi sombra como en otras ocasiones.



Escrito por Dirk Wojtczack Vecilla, mayo 28, 2011, en Baldwin Public Library.