Saturday, August 11, 2012

CUARTILLA – Meteorología




Sábado, cinco de la mañana. Prendo la radio en la cocina, en la estación nueva yorkina, CBS 880 AM, para escuchar los titulares de las malas noticias, y más que nada, para lo que me importa en el momento, el clima. El meteorólogo predice que iba a llover. Lo malo fue que le creí, sin haberle preguntado a fondo: cuando, cuanto, adonde, o si simplemente estaba adivinando, tirando dardos. Para escuchar, o ver clima equivocado, por lo menos me hubiera entretenido en ver a la voluptuosa meteoróloga en el programa matutino, Al Despertar, o en la tarde, Primer Impacto. Con la predicción de la voluptuosa meteoróloga, no me importa si se equivoca con tal que me deleite con sus curvas traseras o su pecho que rebosa el cuello de su camisa apretada.

Entonces, después de haber escuchado en la radio que iba a llover, sin más que hacer por el momento que no podría salir en bicicleta hacia Jones Beach, regresé a la cama. Me cansé que quedé dormido de tanto pensar en todas las posibilidades de cosas que me hubieran sucedido si de necio, no obedecí al meteorólogo y hubiera salido ya con la advertencia de la lluvia. Quizás alguna fuerza mayor, algo llamado destino, Dios, providencia o yo se qué, me habrá dicho que mejor me quedara en cama. Quizás algo peligroso, aparte de la carretera resbalosa si lloviese de verdad, me esperaba como un atraco de una pandilla de borrachos trasnochadores, o un conductor drogado que alucinaba con sirenas tocándose los senos de una forma seductiva, o aceite de motor derramado en el pavimento que me hubiera hecho patinar y resbalar bajos las llantas de un camión tráiler. Quizás, nada me esperaba afuera, ni siquiera las gotas de lluvia que el meteorólogo falló en su función profesional. Algunos dicen que el meteorólogo puede equivocarse sin atenerse a las consecuencias adversas de sus palabras, que hasta el mecánico que me estafaba con reparos invisibles, envidiaba. Imagínate un mecánico envidiar al meteorólogo.

Y aquí estoy, horas después de que nada sucedió, lleno de tanta energía que me pone tenso, con la vista seca del pavimento, de lo que pudiera haber sido otra gran sesión con la bicicleta en la carretera hacia Jones Beach vía Merrick Road. Sigo enojado con el meteorólogo, y a él, como a un deportista profesional, que le importa lo que su audiencia piensa, con tal que siga recibiendo su salario. Quizás, mejor no es quejarse de cosas que no sucedieron o cosas que uno de verdad no ejerce ningún control, como cosas del destino, que nos tira por el camino de la vida y unos creen que al azar y otros que se sigue un gran máster plan. Creo en ambos un poco, pero hoy menos en la predicción del meteorólogo.



Escrito por Dirk Wojtczack Vecilla, Julio 14, 2012, en Baldwin Public Library.

Mareos


Siete de la tarde, Martes, 17 de Julio de 2012. Me siento mareado y no sé porque. Será que me falta oxigeno atravesando al cerebro y ese desbalance causa una falla que no me deja ubicarme bien. No he bebido nada alcohólico, solamente la taza de café con azúcar, que tomo casi todas las tardes. Será el calor sobre 90 grados Fahrenheit que me tienen agobiado y eso que estoy bien hidratado (pero no tanto para no ir tanto al baño cuando estoy en la carretera todo el día). Será el cansancio después de un largo día, pero no tanto como los obreros latinos que vi esta mañana trabajando en un techo, bajo el calor infernal de la temporada veraniega en Long Island.

¿Qué me pasa? Estoy mareado y sigo mareado. Usualmente el mareo es pasajero, como el timbre que escucho en el oído derecho, o el dolor en la rodilla derecha. Será coincidencia los dolores o achaques que siento en el lado derecho del cuerpo. A ver, si me pongo a pensar: ¿de qué lado del cerebro siento el mareo?

¿Y que hago mientras el mareo se divierte con mi mente, mi estabilidad física, mi visión? Escribo. ¿Y porqué escribo? Será que escribir se puede hace en cualquier estado, ebrio o borracho, mareado o estúpido. ¿Consideraré que escribir por escribir es un desperdicio de tiempo? No tanto como estar horas en Facebook o Twitter, aunque no tengo cuentas en ninguna. Pero si desperdicio tiempo en el internet siempre chequeando las últimas noticias en varios periódicos de interés personal: New York Times, Daily News de NY, NY Post, El Espectador de Colombia, El Universo de Guayaquil. Antes desperdiciaba tiempo en paginas de poesía, donde postulábamos poemas y esperábamos con ansiedad a comentarios o critica, positiva y negativa. No sé a donde se fueron aquellos poetas: serán famosos y yo permanezco anónimo. Ahora ni poemas escribo, pero lo que llamo cuartillas y la reacción en los sitios que he postulado han sido abismos de silencio. Consolación me da pensar que pintores nunca escuchan los comentarios de los visitantes (a menos que estén presentes en una exhibición anunciada). También me da consolación en pensar que en unos minutos termino un poema, mientras un pintor pasa horas y horas, para quizás recibir el mismo número de comentarios u observaciones.

En otras ocasiones el mareo me ha acompañado, como en la playa después de que las olas del mar me han tumbado y castigado por intentar de torearlas con mi tabla amarilla. Seria curioso leer lo que la biología o fisionomía explica sobre los acontecimientos dentro del cerebro que dan a uno esa sensación de mareo. Y pensar que millones de personas todos los días ingieren materia liquida en su sistema para lograr aquella sensación del mareo. Estoy tan mareado de todos estos mareos, que me voy a descansar y no me voy a quejar de los achaques que vienen con la edad o del maldito calor.

Escrito por Dirk Wojtczack Vecilla, Julio 17, 2012, Baldwin Public Library.