Friday, April 15, 2011

La música encontrará su oído


Mi primera memoria de la música comprende cuando una navidad, recibí un tocadiscos con el brazo de la aguja en forma de Mickey Mouse, y el primer disco que escuché de The Jackson 5, la canción, ABC. Fue la primera inmersión al mundo de la música, pero la música en si comprende más que la simpleza de sentarse en frente del tocadiscos: comprarla, escucharla, sentirla, imitarla, improvisarla, crearla, intercambiarla; de ahí vienen los gustos y disgustos, agrados y disputas. La música puede provenir de un barato radio transistor, con pilas Rayovac, y escuchar las canciones de Sandro de América, Piero, Los Ángeles Negros, Jinsop, Julio Jaramillo, Olga Guillot.

La música viene a ser parte de nuestra biografía, una herencia, un recuerdo de varios momentos importantes de la vida. La música viene de colores, momentos, dolores, viajes largos en el carro con los padres, escapes de la realidad. Poseo una colección de discos de larga duración, LPs, y de discos compactos, CDs. No he me integrado a la nueva tecnología del MP3, aunque si entiendo su mecanismo. Ahora las tiendas electrónicas ofrecen aparatos que copian los LPs y CDs al nuevo formato digital de MP3.

Pero no lo puedo hacer, no puedo regresar al pasado, no puedo escuchar aquellas canciones de la adolescencia, a grupos como Judas Priest, Scorpions, The Who, Led Zepellin, para hacer la transformación a los años 80’s con Duran Duran, Psychelic Furs, Tears for Fears, The Smiths, al presente, donde las canciones duran menos que una vejiga de helio.

Me gustaría pensar de que he “invertido” mucho dinero en comprar tanta música durante los últimos veinte años, aunque mi padrastro lo ve como un desperdicio de plata (por un lado entiendo su opinión). Quizás la “inversión” de los discos ha sido parte de la formación de un joven rebelde a un adulto maduro, dándose a entender los extremos psicológicos entre la furia y la alegría que la música nos ayuda a superar.

Siempre permanezco curioso sobre música nueva, busco en varias partes donde encontrarla, como un minero buscando oro, donde la mayoría de la música moderna vendría a ser como el lodo de la mina o una simple copia del pasado. El otro día unos adolescentes admitieron que nunca habían escuchado de los Beatles, lo que me dejó atónito, pensando la vez que John Lennon proclamó ser más famoso que Jesús Cristo. Para la nueva generación que viene, mejor dejar que ellos mismos descubran a la música de nuestros tiempo, y verán que vale la pena hacer la caza.

La emisión de la música en la radio ha cambiado demasiado tanto que siempre tocan las mismas canciones, y las que no se oyen, siendo un negocio entre las casas disqueras y el artista y asuntos relacionados con licencias, nunca llegaran al tímpano de la nueva generación. Para eso está la copia de los discos compactos, que por más las casas disqueras se quejan, ¿por qué entonces facilitan y venden disco compacto en blanco y las respectivas grabadoras? Pensar como se reparte las ganancias de cada disco vendido para que los empresarios y unos artistas vivan como dioses engreídos.



Escrito por Dirk Wojtczack Vecilla, Marzo 5, 2011, en Baldwin Public Library

Tuesday, April 12, 2011

Gráficos No Por



Y creí que no era posible, pero una tarde aburrida de cualquier día es mas larga cuando uno recorre la supercarretera cibernética y llega hasta el fin sin salida, y darse cuenta que todavía existe ese vacío que uno busca detrás la pantalla del ordenador. Todo a su tiempo, en su orden. Todo lo que viene fácil, fácil desaparece, y este mensaje va a unas muchachitas que quieren vender su cuerpo a servicios pornográficos con tan solo ganar un poco en el mercader de la carne. Se conocen las estadísticas que una onza de carne femenina en el mercado negro vale más que una onza de oro o platino. Estas muchachitas que vi el otro día en la tele me dejaron atónitos, no por la falta de moralidad o decencia o propio estima (evidentemente ni saben que significa), sino por la ingenuidad de creer que ellas serian las primeras, las únicas, las exclusivas del mundo porno, cuando la industria porno las usa y escupe mas rápido que flema de un ronco borracho. Estas muchachitas son tan ingenuas que creen que pueden sostenerse por el resto de su vida dedicándose al servicio donde no importa nombres, edades, enfermedades, gustos; un mundo donde el anonimato y la oscuridad del alma conjugan una miseria perdurable. Con tanta pornografía que se consigue gratis, quien paga hoy en día lo hace por debilidad. Hasta los jóvenes de hoy consiguen pornografía con una facilidad nunca antes conocida. En los viejos tiempos, todo era por medio de revistas de quinta mano (y se sabe bien donde terminan esas manos). Aquellas revistas también se las encontraba tiradas al costado de la carretera, en los montes, solares vacíos – unas con las paginas pegadas por obvios motivos. Adiós a los días cuando los caballeros pagaban por una revista Playboy, Penthouse, Hustler, cuando ahora por medio de cualquier búsqueda, uno da con un millar de resultados e imágenes. La revista semanal, New York, recién describió la función entre el Internet y los proveedores de la pornografía, y que no debe sorprendernos que grande la organización global genere tanta ganancia para unos pocos en control. Pocos se preguntaran sobre las circunstancias del porqué estas jóvenes terminan grabadas en estas imágenes. Pobreza, ignorancia, necesidad, engaños, despechos, raptos, esclavitud moderna, curiosidad, aventura, avaricia, hogares rotos, etc. Muchos varones antes de llegar a cumplir 25 años de edad ven más vaginas que un ginecólogo en toda su vida profesional. Por un lado, y disculpen la crudeza, mejor que un muchacho tenga un buen pajazo ante que traer a otro ser no deseado a este mundo y dejar la vida de dos personas en un caos total. Esa misma facilidad que los muchachos obtienen estas imágenes, dan la falsa impresión que en la vida real las chicas son así, y cuando no sucede de tal forma – viene la violencia, la agresión; se pierde la sensación al orden social, el rol de lo correcto y lo equivocado. Otra vez que termino escribiendo algo que no tenía en mente, pero salí desviado de la supercarretera cibernética y estrellé en el callejón sin salida analizando la geometría y simetría perfecta de una flor de primavera.


Escrito por Dirk Wojtczack Vecilla, Marzo 4, 2011, en Baldwin Public Library.

Monday, April 11, 2011

Ingénita Escritura

S
erá algo ingenito que la mayoría de los días me instiga, impulsa, altera, a escribir. Alimento la inspiración de cualquier fuente, de eventos de la infancia, adolescencia, tiempos universitarios, las noticias del momento. O tan simplemente de una mirada a través la ventana y mirar el paisaje natural; la conjugación de colores con la luz natural y la temporada del año. Viajo un poco atrás hacia la infancia, los primeros días de aprendizaje – mama, papa, casa; amaestrando la mano, la muñeca del brazo, el cerebro, la presión exacta de los dedos sobre el lápiz. Las lecciones de gramática, ortografía, caligrafía, combinadas con las lecciones de ciencia, matemáticas, arte, y las mismas lecciones que tan solo la calle y la vida pueden intuir. Continuo el viaje del aprendizaje, recordando las lecciones en la pizarra, el polvo de la tiza, la disciplina rígida de los maestros, las tareas en los cuadernos forrados, el borrador de goma gastado, el sacapuntas, la cartulina para los proyectos especiales. El viaje en el bus escolar que nos recogía todas las mañanas y nos llevaba contentos, llenos de una aventura bañada, del aquel entonces no nos dábamos cuenta, de oro. Los partidos de futbol en la cancha de asfalto, con dos rocas paradas como postes del arquero; partidos improvisados, de equipos con jugadores siempre escogidos por los mejores de la clase, una categoría en la que siempre me escogía al último y terminaba por ser el portero del equipo al no ser diestro con el balompié. A la salida de la escuela, siempre afuera del plantel, se encontraban los vendedores ambulantes con tantas opciones: ciruelas rojas o verdes, mangos maduros o verdes, roscas, helados, prensados (hielo raspado con dulces líquidos). Conectando los puentes de la inspiración, abordamos el viaje, a cualquier plataforma subterránea de los trenes en Nueva York, donde artistas sin la timidez que me ahorca, tocan su música para cualquier audiencia multiétnica, venden compilaciones de canciones originales, arriesgando la persecución de la policía y la carga de una multa que borra cualquier venta y propinas. Música que rebota contra el estruendo metálico pesado de los truenes, y encuentra la acústica perfecta en las murallas cubiertas de grafiti, plataforma decorada de chicle y mugre. Música que alegra hasta el alma más negro y recargado de pesimismo, y que abre fronteras, sin aduanas o visas requeridas. Varias veces, si tuviera el coraje y la capacidad de memorizar, declamaría mis poemas al público, no a fines de lucro, sino de la misma necesidad de comunicarme con una audiencia desconocida y provocar una reacción, de convertir a la lógica y la razón como monedas de una nueva civilización; y no una acostumbrada a reaccionar a las modas de los videos y que trata de asimilar actores de la pantalla grande y chica. ¿Puede la música ser la más pura religión, donde la paz y amor seria cánones, los pilares de un nuevo entendimiento entre pueblos hermanos? ¿Acaso no estamos cansados de pleitos y guerras? Para que se necesitaría la justicia si la igualdad entre todos seria norma intuitiva. Nada de ventajas y desventajas. Otra vez que empiezo a escribir sobre un tema y termino cambiando de carriles sin alguna señal al lector. Lo atribuyo a las distracciones del momento, y vienen a ser ingredientes de otro tema. Pendiente tengo por componer aunque sea una melodía a la ciudad de Nueva York, y una colección exclusiva, manuscritas desde las mismas calles de Manhattan. Si quedara inmóvil por cosas del destino, tendría que escribir moviendo los ojos, o con un alambre conectado en la medula creativa del cerebro, de la cual no sé si pudiera censurar o corregir cosas que no se deben decir/ pensar. Podría aprender a escribir con un bolígrafo en la boca, lo que no me haría gracia sería una imagen agradable, y desarrollaría callos en la misma lengua (será que tenemos callos en la lengua de tanto hablar y no nos damos cuenta). Escrito por Dirk Wojtczack Vecilla, Febrero 27, 2011.