Saturday, October 30, 2010

Fe de errata

De joven me creía gran cosa, no tenia borradores en la escuela. Ahora, uno comete demasiados errores. Unos son por descuidos, otros por apuros, otros por la adrenalina del momento en que uno escribe y el cerebro procesa mas pensamientos que los dedos de la mano pueden acaparar. Fe de errata – fe en la posibilidad humana de cometer errores. Algunos errores hechos en papel no tienen ninguna consecuencia. Otros errores pueden empezar otra guerra nuclear o los pretextos para un conflicto bélico. Fe de errata siempre sale después que el lector haya podido de notar aquel fallo y enviar una carta al editor o escritor o autor del artículo. Con tan pocos años de aprendizaje del complicado idioma que se llama español, o castellano, en la escuela primaria, la tendencia de repetir algunas palabras es de una probabilidad bien alta. Fe de errata – algo que no capta la emoción del autor al escribir algo, esa emoción que no se pone los lentes como un corregidor de texto, una maquina. Tenemos en nuestras ciudades edificios repletos de personas empleadas, llenando papeles, tramitando formulario, repasando aplicaciones – en si: empujando papel de un escritorio a otro.

Procuro no ser un empujador de papeles, sino un creador de palabras emotivas, que provoquen en lo mínimo una reacción en el lector: un suspiro, una crítica, una concordancia con el tema. Admito al abierto no haber leído a los famosos escritores, y quizás como los errores que me protegen bajo la ley: fe de errata, pueda considerarse como un error en prioridades. Quizás nunca pude sentarme a leer libros de Carlos Fuentes, Vargas Llosa, García Marques, Cervantes, porque de cualquier pretexto que cite, ninguno justifique que no me puedo concentrar. Mi mente siempre esta de viaje, aun cuando estoy durmiendo. Mi mente viaja ligera, sin maletas, sin pasaportes, a través de aduanas sinónimas a la burocracia que estanca nuestra sociedad.

Fe de errata, tener fe en el escritor, de que un error no fue a propósito, sino como la selección entre tantas palabras similares, sabiendo claramente que cada palabra tiene su propio significado, como cada vida tiene su propio propósito. Cuando escribo trato de entretener, no como los locutores en las mañanas de la radio con su falso entusiasmo de energía. ¿Cuantas veces esos mismo locutores mientras tocan las propagandas se ponen a llorar de crear castillos de felicidad encima fundaciones vacías, para tan solo pasar el tiempo en transito?

Fe de errata puede también significar que ya es tiempo de aumentar el tamaño de las letras en la pantalla del ordenador o que ya es tiempo de comprarse lentes de aumento o que ya es tiempo de admitir los errores como un pianista que sigue tocando en un concierto, esperando que nadie se de cuenta. Pues si todos andamos de prisa, ¿quién de verdad de dará cuenta de los errores en papel? Yo, yo me daré cuenta, y no me viene vergüenza, sino rabia por no haberme dado cuenta en primer lugar y exponerme al aire ante todos ustedes. Fe de errata, uno de los grandes cánones de nuestra religión, perdóname, y perdóname otra vez, que otra vez volveré a hacerlo y quizás ustedes no se den cuenta.

Escrito por Dirk Wojtczack Vecilla, Octubre 30, 2010, en Baldwin Public Library.

Thursday, October 28, 2010

Twitter, vete al manicomio con tus 140 caracteres

De niño cuando vivía en Guayaquil, en el barrio de Los Ceibos, había un lote lleno de monte, donde yo me reunía con mis amiguitos, y tuvimos nuestras conferencias como miembros del club anti-niñas. Todo esto iba reinforzado mientras todos nosotros en nuestras familias, ninguno teníamos hermanas. Yo era el hermano mayor de tres varones. Salvo a Jorge, porque secretamente me gustaba una de sus hermanas. Pero le temía al papa de Jorge, un hombre que siempre andaba de mal humor y con la cara larga. Nuestros padres nos habían matriculado en escuela de puro muchachos, y entonces no teníamos mucho intercambio social con las chicas. A esa edad, de más o menos, unos once o doce años, nos estábamos fijando en algunas chicas del vecindario, pero no nos atrevíamos a mencionar sus nombres siendo miembros del club anti-niñas, y yo siendo el presidente. Tenia que buscar la manera de disolver el club para poder explorar ese territorio desconocido.
Se dio en esa entonces, que nuestra familia se mudaba a Nueva York. Por fin, un nuevo capitulo en la vida de un muchacho descubriendo los cambios físicos propios y del sexo opuesto. Otra vez fuimos matriculados a la secundaria de todos varones, y las pocas chicas que conocíamos eran del barrio. Actuábamos como pendejos por llamar la atención: peleas de broma, deportes en la calle esquivando a carros, haciendo trucos en bicicletas, fumando cigarrillos, subiéndonos las mangas de la camisetas cortas mas arriba, caminando sin chaquetas en el invierno, etc.
Pero había ciertas cosas que como miembros del viejo club anti-niñas rehusaba hacer: tomar clases de mecanografía, tomar clases de piano, tender la ropa limpia, hacer las camas del dormitorio, lavar los platos, ir de compras al supermercado, acompañar a nuestra madre al shopping mal, etc. Todo eso consideraba cosa de niñas. Resistir resultó inútil, pues según un acuerdo con mis padres que no recuerdo, habíamos quedado en cumplir con estas tareas como pacto para venir a EEUU. Quizás aquellas condiciones me entraron por un oído y salieron por el otro, como tantas otras cosas que no me conviniesen. Al paso del tiempo, como potros salvajes que no se dejaban domar, poco por poco, íbamos aprendiendo que todos los quehaceres domésticos son parte que todos en EEUU cumplen (si es que quieren tener una casa limpia y arreglada). Gente de nuestro nivel económico aquí no se acostumbra a tener empleadas domesticas; pues de poco tiempo se casan y se van.
Hoy en día, recuerdo con afinidad de niño ingenuo aquellas reuniones en el club anti-niñas, como manifestaciones de un largo proceso de madura miento. Hoy en día, sin pensar dos veces ayudo en los quehaceres domésticos, y creo que me servirían útiles sin algún día busque trabajo como trapeador, barredor, lavador de platos, planchador de camisas, etc. Y como las clases de mecanografía fueron en lo que se siente como siglos, todavía escribo con los tres dedos de la mano izquierda, y dos de la mano derecha. Lo cual me sirve bien para escribir en este maldito aparato móvil, Blackberry, o para escribir pendejadas en Twitter.

Escrito no por Jaime Bayly, sino Dirk Wojtczack Vecilla, Octubre 28, 2010

Monday, October 25, 2010

En blanco

Todas las mañanas me pregunto que haré. Pero más que nada, me pregunto ¿qué escribiré? ¿Qué idea, que verso, que pensamiento saldrá de la caldera en mi mente? Obviamente, no lo sé, ni nadie tendrá la respuesta. Solamente el fin del día trae sus contestaciones. A veces abatido por el cansancio que se acumula poco por poco durante el día, me llega la contestación de la misma forma que me recuerdo del nombre de una persona. Soy demasiado olvidadizo para acordarme de nombres. Nos podemos presentar unas diez veces, y se que no acordaré el nombre, y simplemente diré: Hola, ¿qué tal?, o un buenos días. No es nada personal. Será que tengo la mente llena de chucherias triviales o de preocupaciones o ansiedades de que traerá el futuro, que tanto me distrae en concentrarme en el presente. Se que debo vivir el presente para así en el futuro poder recordarlo como antepasado. Y quizás, será eso, porque en los últimos años no me recuerdo de muchas cosas. Algunos científicos y parientes (hasta pacientes mentales) dirán que es la cuenta que se paga por ser parte de la vida, los olvidos. Los gringos le dicen “senior moment”. Quizás estoy viviendo tantas experiencias al mismo tiempo y poco absorbe la esponja de mi cerebro. Por eso, a pesar de la crítica, la burla o los comentarios de algunos que parezco turista, tomo fotos. Mis hijas han tomado mucho interés en ver las fotos de sus primeros días hasta el presente. Vivimos en la generación mas fotografiada de todos los tiempos. Solamente la borradura de los kilobytes dejara a todos sin alguna prueba sólida de esa existencia. Algunos contemporarios de mi edad se recordaran cuando las fotos se grababan en los rollos, los negativos.



Como escribo tanta poesía, o lo que en mi mente se clasificaría de tal forma, y no me interesa leerla después, me pregunto porque? Será porque escribir algo en papel, ahora en el Internet, deja una huella permanente de la existencia, de los momentos. Aquellos versos que se convierten en si confesiones personales, que muy pocos leerán, y podrán preservarse como secretos, aun estando impresos para todos ver como ropa tendida.



No escribo poesía para declamar, o para hacerme famoso. Lo hago como terapia, el psicólogo mas barato del mundo se ha convertido en este pedazo de papel que graba toda locura que sale de los lápices. No tengo habilidad para salir al público, prepararme, presentarme y explicar poemas. Pero si intento cuando toque.



Todo lo que he escrito arriba lo hecho con la pantalla del monitor enfrente de la gente, en la Baldwin Public Library, como un exhibionista en la playa sin ninguna inhibición; será que no me importa que la gente se acerque y trate de leer lo que estoy escribiendo. No creo que podrán, pues es en español cuando todos alrededor hablan ingles. Pudiera estar escribiendo secretos del gobierno o chismes de la familia, y nadie entendería un comino de lo que he escrito. He dejado poemas escritos en la cafetería de Starbucks para ser re-usados como filtros de café, pero nadie me ha dicho a qué sabe ese café Wojtczack. He obsequiado mis libros de poemas en bibliotecas públicas y hasta la fecha presente, nadie me ha dado un comentario; ya estoy acostumbrado. De todos mis males, este es el menor, así que no me quejo. Aunque estos poemas tuvieran la veracidad de ser escritos con tinta de sangre, no tendrían ningún impacto, cuando en realidad la misma sangre de la gente se usa como moneda barata y se atropella la vida como trapos en la calle.



Fotos, café, poemas, prosa, el sabor del día. ¿Cómo dijiste que te llamas?



Escrito por Dirk Wojtczack Vecilla, Octubre 23, 2010, en Baldwin Public Library

Tuesday, October 19, 2010

Ensayo sabatino



Se me acabo la tinta, pero no el pensamiento. Se me acabo el plomo, pero no el papel para escrbir. Escribo en pantallas, en el aire, la arena, el periódico, computadoras y anotadoras. Al soldado se le acabo el plomo y todavía carga su fusil para dar la apariencia que todavía ejerce poder. Mas deberían hablar los callados; menos los políticos y charlatanes. Más deberían llorar los que han perdido el compás moral que los aguantan en la noche larga del hostigamiento. Menos deberían rezar los religiosos y dejar a los pecadores encargarse de las sectas. Menos debería despedirme de mi mismo y saludarme cada mañana cuando todavía tengo más vida de los que reposan en el cementerio. Más flores deberían decorar el horror de las atrocidades que cámaras de la crónica roja.



Bien atrás, en mi juventud, la adolescencia, he partido de ciudades que han crecido durante la misma ausencia: Bogota, Cali, Guayaquil. Y vivo en Nueva York, Long Island, suburbio que no he visto crecer de lo que fue, tierras fértiles de haciendas y granjeros, para ser ocupada por shopping malls que se parecen tanto en estética, que cualquier lugar puede ser el mismo de millas atrás. Las ciudades que deje sin despedirme, cuando regreso, no me reconocen, ni yo a ellas. Soy un perfecto desconocido en mi propia tierra, soy un extranjero, con la pequeña posibilidad de empezar de cero. Soy un perfecto desconocido en tierras donde gente familiar han mudado y cambiado de dirección. Soy el mismo perfecto desconocido en Long Island, Nueva York, y ese anonimato, me permite ser quien quiera sin pensar dos veces “del que dirán”. Me contradigo, porque gozo del anonimato, extraño el calor humano de un saludo, un hola, un como estas Dirk. Ahora la gente apenas me reconoce, dicen cosas como: tantas canas tienes, o estas un poco grueso. Pocos dirán que mi cara de niño sigue siendo la misma. No me gusta verme en el espejo, para no ver a las arrugas crecer, para no ver que tengo mas canas en el costado de la cabeza, o que se me salen pelos nasales cada vez que respiro.



Podré intentar sin mirar al calendario, sabiendo que hay 52 semanas en cada año, cuantos miércoles hay, o mejor, cuantos sábados y domingos hay, cuando disfruto del tiempo libre que el hombre se merece. Vivimos en una sociedad, que yo dividiría en tres grupos: jóvenes, adultos, y mayores de edad. Nuestra civilización ha figurado como mantener a los tres grupos siempre ocupados. A los jóvenes en los estudios, a los adultos laborando, y a los mayores preocupados en su retiro y de su salud. Y cada mañana, estos tres grupos inter-reaccionan en el tráfico, en el teléfono, en la calle, y los restaurantes. Tres grupos con diferentes perspectivas en mente, con diferentes prioridades.



Escrito por Dirk Wojtczack Vecilla, 9 de Octubre, 2010, Baldwin Public Library.

Saturday, October 16, 2010

P i e d r a s

Piedras en el camino. Piedras en los zapatos. Piedras en el corazón. Piedras en la cabeza. Piedra por todas partes, son inevitables. Vienen de todos tamaños, formas y a cualquier hora. Todos cargamos piedras, algunas actuales, otras mentales. La más pequeña piedra ocasiona molestias, y no deja caminar con la tranquilidad y la concentración que se requiere para poder ver todo con claridad.

Aquellas piedras se convierten en distracciones, preocupaciones; en impedimentos que ponemos para simplemente darnos alguno en que ocupar el valioso y prestado tiempo.

El otro día de la semana, martes, decidí, trotar en el pavimento a lo largo de la carretera en Jones Beach. Para cada salida a pie, o de trote, hay que regresar. Regrese a lo largo de la arena. Antes de ver la marea, si estaba alta o baja, cruce los dedos para que la marea esté baja, y así poder trotar en la arena comprimida, arena dura. Pues como era de esperarse en momentos inoportunos, la marea estuvo alta y tuve que trotar en la arena blanda. Eso en si es un reto físico, y lo tome en el nombre del deporte, en el nombre del atletismos. Pero por cada paso que se da en arena blanda, requiere más fuerza y energía, que por decir, dar el mismo paso en el pavimento. Tuve que caminar, en vez de trotar, para disminuir las palpitaciones del corazón acelerado. Me acerque de nuevo al pavimento, y me di cuenta enseguida del cambio de superficie. Troté mas rápido de lo previo, y la gente asustada al ver a un hombre de cuarenta y siete años, de seis pies y una pulgada de estatura, pasarlos, se mantuvieron alejados en su espacio de seguridad.

De algún modo, tuve arena no solamente en los zapatos de goma, sino dentro las medias y las mismas uñas del piel. Los callos de la piel impidieron que me haya dado cuenta. Quizás, así también, al sentir estas piedras en los zapatos, deberíamos tener callos en el corazón, o en la mente, o mejor dicho, los pensamientos. Pero somos personas sensibles, personas sociables, que necesitamos estar rodeados y aceptados por nuestros semejantes. Buscamos en caras desconocidas, algún rastro que nos permita entablar una conversación. Buscamos una conexión con algún evento o algún gusto personal en toda la gente que nos rodea. No quiero vivir solo, no quiero ir al cine solo, no quiero comer en el restaurante solo, no quiero morir solo. Somos animales sociales, como los delfines, los pájaros, los monos. Podemos ser nuestro propio país y continente, pero queremos tener, de vez en cuando, un vecino para hacer contacto humano.

Todos cargamos piedras, y a veces, sin darnos cuenta que vivimos en castillos compuestos de vidrio, tiramos piedras por doquier, creyendo que ninguna rebotara o regresara. ¿Quién creyera que una piedra rebota? Pero así es. Sino, ¿cómo es que se mueven de un lugar a otro, sin tener ruedas, sin ser redondas como las llantas? Piedras molidas se convierten en arena, y en la arena podemos soltar todas las tristes y saladas lagrimas que nos sobren. Nada es en vano. Bienvenida piedra a la vida, por hacernos recordar que sentimos algo, aunque sea por un momento.

Escrito por Dirk Wojtczack Vecilla, 16 de Octubre de 2010, Baldwin Public Library

Friday, October 15, 2010

Viernes, 15 de octubre de 2010, Baldwin Public Library

Todos somos mineros y no nos damos cuenta. Nuestras minas comprenden de largos túneles, donde uno mismo escarba su entrada y su salida. Todos tenemos nuestras propias pesadillas y sueños. Todos tenemos misiones, metas y roles por cumplir. Poco por poco, toda la ira, la rabia, la furia que me poseía se ha desvanecido y me hace reír como se posesiono de mis pensamientos y acciones. Gracias al ángel de la guardia, todas esas veces que busque peleas en los bares repletos de motociclistas, Harley Davidson, irlandeses, italianos, nunca me toco con el último timbrazo del ring. El mismo ángel de la guardia y varias circunstancias, de sitios, tiempo, clima, personajes, me han permitido vivir hasta el presente y poder repasar, en general, algunos de esos momentos como aventuras de un joven iracundo. Tantas veces que pudiera haber encontrado mi cara contra el puño o puñal de un desconocido, provocado, por estupideces y borracheras.

Me río de tanta rabia que me poseía y me controlaba. No conozco a muchos de mis amigos, durante todos estos años que hayan tenido aquel temperamento tan volátil. Y eso que nadie tenía una perfecta infancia o adolescencia; quizás mis amigos guardaban sus cicatrices mejor que yo, quien las llevaba tan cerca de la piel, en la manga, en las expresiones faciales. A veces tenia mas rabia que un perro callejero, de esos que me han querido morder en la pierna, cada vez que pasaba por el vecindario, caminando o en bicicleta. Eso si, hasta hoy, detesto perros que ladran de la nada, al viento, al movimiento de las hojas de los árboles, de las sombras en la noche.

Todos somos mineros y no nos damos cuenta. No nos damos cuenta por tantas distracciones superficiales, que nos ocupan la mente y tiempo; distracciones que se convierten en preocupaciones que mastican el tiempo del día y llega la noche, que nos deja tan agotados, para mas tarde pernoctar hasta la aurora del día. Algunos buscamos encontrar el camino correcto a diestras, otros en los libros, otros de quienes hayan sobrevivido experiencias similares, y otros hasta darnos con la frente de la cabeza en la pared y ver la luz de la herida. No tengo menor idea donde estarán los compañeros de la infancia y me contesto: para qué? ¿De que sirve ir atrás cuando mas lejos llegamos de lo que se dejo, que lo que falta por descubrir? Nos convertimos en animales cuando nos dejamos dirigir por los instintos básicos que buscan complacer el hambre, el frío, el sexo, la variedad.

Todos somos mineros, ayudémonos a salir de la oscuridad, hacia la luz que provee la verdad, la sinceridad, la hermandad, la comunión humana. Salgamos de la mina, como sea, con picos, taladros, palas, dinamita, herramientas, y simplemente con las manos que usamos para hundirnos en la oscuridad. Luz, tan solo luz esclarece cualquier sombra que deforme la silueta y su definición. Un día no tendremos que buscar lo material en las minas, cuando todo lo que se necesita esta ante nuestros propios ojos, en la plena superficie a nuestro alcance.

Escrito por Dirk Wojtczack Vecilla, Baldwin Public Library

Thursday, October 14, 2010

Minero y pescador salitre

Todos somos mineros y no nos damos cuenta . . . .

Tripulante de nave alterada en altamar,
tan solo alas ayudan a flotar y nadar.
Sudor de sal y sangre, gotas de pez agrio.
Peso de ancla clavada en el pecho marinero.

Al igual sobre la superficie marítima,
escarbo profundidades hasta esclarecer día,
profesión de minero ejerzo con mano diestra.
Sale de la tierra intestinos definidos bajo luz.

Montañas de olas derrumban al dueño fiel.
Cargo manos de herramientas de mina y pesca.
Dedicado a ciegas a confiar el destino feroz,
anzuelo, carnada, salitre y dinamita = pan y agua.

© D W 2005
Mayo 3

Friday, October 08, 2010

Sala de espera



¿Quien no espera? Todos esperamos. A veces sin darnos cuenta. Esperamos para cruzar la calle. Esperamos para el semaforo, la cajera del banco, el turno del doctor, en el aeropuerto, en la cafeteria, en el cine, en el restaurante, en el museo, en el amor. Y vivimos entre toda esta espera. Hasta para el café instantaneo hay que esperar. Nada resulta sin la pauta entre el primer momento del deseo o anhelo hasta la realizacion del mismo. Esperamos entre el nacimiento y el fallecimiento, y despues otros esperaron antes de nacer y despues de fallecer. Esperar no es un mito, ni ficcion. Esperar dura mas para los impacientes, y con facilidad para los que tienen paciencia. En la mayoria de los sitios de espera hay una sala de espera, que puede consistir en unas silla o muebles bien incomodos. Hay salas de espera de puro espacio abierto, donde uno espera de pie. Esperar es el paso del tiempo que nos gasta sin darnos cuenta, como el fluyo del agua de rio en las fundaciones del puente.



Esperar no es lo mismo que un pasatiempos, uno se divierte con el ultimo. Las plantas, arboles, frutas, y arrugas crecen durante la espera. Esperar se puede relacionar a la esperanza, a los que aguantan en silencio las largas noches de lluvia, hambre, frio, soledad, melancolia. Esperanza es fe, esperar es un acto visible.



Para una vida completa es mejor darse cuenta de cada componente, lo bueno, lo feo, lo barato y la sala de espera. Aquella sala de espera puede ser el sitio que nos recuperamos del corre-corre, del apuro, de la vida rapida y acelerada. Nos sirve para tomar una pauta, recuperar el aliento, decelerar el latido del corazon y el pulso sanguineo.



La sala de espera puede ser tan simple cuatro paredes pintadas, disenada por un arquitecto, o unas cuerdas donde la gente se para en el mismo orden que llegaron. Sala de espera despues de mucho tiempo puede convocar caos, o si es breve, una rara algarabia de haber salido rapido de la misma espera. Para algo se espera, a la causa del efecto, para resultados, y en eso consiste el hecho de la espera. O sea, por mas mundano que parezca, o insignificante que se sienta en el momento, se trata de resultados, buenos o malos, o para la misma continuidad de la vida cotidiana.



Escrito por Dirk Wojtczack Vecilla, en la biblioteca publica de Baldwin, sabado, octubre 2, 2010, mientras esperando en la sala de espera.
Viernes, 8 de octubre de 2010, BOLA DE HILO

Desde el dia de nuestro nacimiento, la vida es una bola de hilo, que depiendo del destino que se tiene predeterminado, se va desenvolviendo hasta llegar al ultimo peluche del mismo hilo. La bola del hilo viene de varios tamaños, mientras mas grande, comprende una vida larga llena de complicaciones, que aun asi, no determina un triste o solitario final. Quizas algunas vidas son largas a proposito, para probar la resistencia del ser, penuria tras penuria, reto tras reto, adversidad tras adversidad.

No nos recordamos de cada dia especifico de cada etapa de nuestra existencia, recordamos highlights. Sea como sea, por medio de anecdotas familiares o de amistades, recortes del periodico local, paginas de un diario personal, tarjetas conmemorativas, fotos, dibujos, garabatos, hasta las iniciales grabadas en el tronco de un arbol o en el cemento de una vereda.

A veces ni siquiera recordamos porque hemos tomado ciertas decisiones en varias paradas del camino, el fork on the road, y a veces la mismas decisiones que fueron cuestionadas al principio resultan ser las mejores que pudieramos haber tomado, sin importar que se haya dejado averiado en otras vidas. La vida no para mientras el corazon late y uno respira, entonce la gran bola de hilo sigue deslizandole hasta convertirse lo mas simple y pequeño posible, hasta llegar al centro del ser, la esencia que nos hace dar cuenta que debemos envejecer con paz, serenidad, armonia, y mas que nada, con gracia. Vivir con gracia se emite por medio de la cara, se ve en los ojos, en la suavidad de las palabras convocadas y pronunciadas. Nunca confundas la amabilidad o cortesia por alguna debilidad o falta de las facultades correctas.

No toda la vida desenrolla a la gran bola de hilo a toda prisa, como cuesta bajo o empinada. A veces la misma bola atraviesa partes planas o sube lomas; o sea, no cada momento en una pelotera, un revulu, un lio. Si existen momentos, antes de la gran tormenta proverbial, de serenidad, tranquilidad. La gran bola de hilo se desenrolla a su propio modo, no cada vida es igual, aunque haya sido formada bajo el mismo techo, aunque haya sido criada con las mismas enseñanzas. Ninguna vida es espejo de otra, apesar de algunas caracteristicas que por une en comunion.

Piensa por donde la gran bola de hilo va en tu vida, y aunque nadie tiene bola de cristal para predecir su futuro, su destino, su porvenir, se puede contemplar los alrededores y analizar para ver donde nos conduce los elementos vitales de la vida. ¿Puedo sonreir sin fingir una mueca? ¿Puedo dar la mano sin esperar algo en retorno? ¿Puedo ayudar a mi hermano con la misma facilidad que ayudaria a un desconocido? ¿Puedo aguantar en silencio con la dureza de una roca hasta salir adelante?

Escrito por Dirk Wojtczack Vecilla, en la Baldwin Public Library

Friday, October 01, 2010

para los que siguen numeros

hoy es 10/01/10

y pronto sera

10/10/10

jueguen la loteria, pero no salten de la ventana sin paracaidas . .